Pueden conseguirse resultados excelentes trabajando sólo con cuatro colores, asignándoles una importancia de acuerdo con la superficie que ocupen.
Con este criterio, el color principal será el que ocupa la mayor extensión (como las paredes), y el de menos importancia el utilizado en pequeños toques (tapicerías, alfombras y demás complementos); aunque hay ocasiones en la que los roles se intercambian y ejerce mayor protagonismo aquel tono empleado en detalles.
Con este punto de partida, ¿cómo seleccionar los colores para que el conjunto resulte armonioso? A continuación, veremos todas las claves. ¡Toma nota!
Armonías monocromáticas.
Se forman con un solo color en valores claros, medios y oscuros. Son agradables en pequeñas extensiones; para mayores extensiones pueden resultar excesivamente monótonas, aunque siempre cabe animarlas con algún detalle: plantas naturales, algún cojín,...Esta armonía puede ser de la gama de los fríos (verdes o azules) o de los cálidos, como los naturales o rojos. Las armonías monocromáticas son fáciles de utilizar; posiblemente sea el tipo de composición con menor riesgo de errores.
Armonías de análogos.
Si imaginamos que el círculo cromático podemos cortarlo en tres partes iguales, los colores de cada una de esas partes está formada por colores con algo común.Como color principal debe escogerse uno que no esté en los extremos, para no conseguir un contraste excesivo.
El lugar por donde se corte el círculo cromático es indistinto. Esta forma de selección garantiza que los colores escogidos siempre tengan algo en común.
Armonías de afines.
Los colores que son afines entre sí por un color o estar dentro de una misma familia, serán siempre armónicos.La relación de unos colores que tengan uno de ellos en común se consideran afines. Por ejemplo, si el color clave es el rojo, sus afines serán todos los que tengan rojo en su composición como el naranja, rosados, malvas...
No debe confundirse con la armonía de análogos. Los afines se pueden obtener con colores lejanos entre sí en el círculo cromático.
Armonías de complementarios.
Las armonías contrastadas o de oposición se basan en los complementarios. Estas armonías aconsejo utilizarlas cuando se quiere expresar un contraste violento.La primera forma es no utilizar realmente el complemetario, sino uno próximo a él. Veamos este ejemplo.
La fuerte oposición entre el añil y el amarillo queda atenuada con el "morado nazareno" y el dorado amarillento del sofá que son tonos próximos a los complemetarios.
Otra forma de suavizar el contraste es interponer un tercer color como los azules grisaceos de los cuadros.
Existe otra fórmula para disminuir el contraste; interponiendo un color neutro en la composición como el plata de la mesita.
Armonías de temperatura.
En la decoración de un ambiente también se puede optar por una armonía de colores que tengan en común el rasgo frío/cálido. Los colores cálidos ocupan medio círculo cromático, y los fríos la otra mitad. Recordemos que son cálidos los amarillos y rojos, y fríos los verdes y azules. Las armonías de colores cálidos resultan estimulantes; los colores fríos son relajantes. Una vez escogida una de estas armonías, se pueden introducir pequeños contrastes con toques de color de diferente temperatura.
Armonías por contraste tonal.
El contraste tonal se produce por la diferencia de valor entre los colores. Como norma general esta es una de las armonías más usadas en decoración en la que se utiliza como color principal un tono neutro y en los complementos ejercen la importancia. Podemos cambiar un rincón sin más que añadir puntos de contraste tanto por tono como por luminosidad.
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